El joven mediocampista tucumano fue vendido al campeón de la Libertadores y se convirtió en figura del equipo de Diego Placente en el Mundial Sub 20 de Chile. Su historia combina esfuerzo, familia y una proyección internacional vertiginosa.
A los 17 años, Montoro dejó Vélez para unirse al Botafogo, que pagó 9 millones de dólares por su pase. En Brasil ya suma goles, asistencias y elogios, pero su mayor orgullo es vestir la camiseta albiceleste.
Para disputar el Mundial, el futbolista debió insistir con su club, que no estaba obligado a cederlo. “Era su sueño, no podíamos retenerlo”, admitió el técnico Davide Ancelotti. Hoy, con la número 10 en la espalda, Montoro es pieza clave en la ofensiva argentina.
Criado en Tucumán y formado en la pensión de Vélez junto a su hermano, el juvenil se destacó desde las inferiores y debutó en Primera en 2024. Su gol a Peñarol en la Libertadores lo presentó al mundo.
Con apenas 18 partidos en Botafogo y un futuro prometedor, Montoro representa la nueva camada de talentos que combinan técnica, disciplina y amor por la Selección.








