Las principales ciudades argentinas enfrentan una crisis ambiental que combina contaminación del aire, manejo deficiente de residuos y pérdida de espacios verdes. Según un estudio reciente de la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, Córdoba y Rosario superan hasta en un 40% los niveles de material particulado recomendados por la OMS. El incremento del parque automotor, la quema de basura y la baja calidad del transporte público son las principales fuentes de emisión. El problema se agrava por la falta de políticas sostenidas de control y planificación urbana.
La contaminación atmosférica ya tiene consecuencias visibles en la salud pública. Datos del Ministerio de Salud indican que las enfermedades respiratorias vinculadas a la mala calidad del aire aumentaron un 25% en el último año, especialmente en niños y adultos mayores. Los hospitales metropolitanos reportan más casos de bronquitis, asma y alergias estacionales. Los especialistas advierten que la exposición prolongada a contaminantes puede generar enfermedades crónicas y reducir la expectativa de vida en áreas altamente urbanizadas.
El manejo de los residuos urbanos también se encuentra al borde del colapso. En el AMBA se generan más de 20.000 toneladas de basura por día, de las cuales menos del 12% se recicla efectivamente. Los rellenos sanitarios operan cerca de su capacidad máxima, mientras crecen los basurales a cielo abierto en los bordes metropolitanos. En Córdoba y Mendoza, la acumulación de desechos ya provoca conflictos vecinales y demandas judiciales por contaminación de napas y suelos.
Las políticas de reciclaje avanzan con lentitud. Si bien algunas ciudades implementaron sistemas de separación domiciliaria, la falta de infraestructura y campañas de concientización limita su efectividad. Las cooperativas de cartoneros denuncian recortes en los convenios y demoras en los pagos, lo que afecta a miles de familias que dependen del reciclaje para subsistir. Los expertos en gestión ambiental proponen crear un sistema nacional de economía circular que articule a municipios, empresas y recicladores.
El transporte urbano también contribuye significativamente al problema. Los colectivos diésel, que representan más del 90% de la flota en circulación, son una fuente importante de emisión de partículas finas. Pese a los compromisos asumidos en materia de transición energética, la incorporación de unidades eléctricas o a gas natural comprimido avanza muy lentamente. La falta de incentivos fiscales y de infraestructura de carga impide que los proyectos piloto se transformen en soluciones de escala.
A largo plazo, los ambientalistas sostienen que la sostenibilidad de las ciudades argentinas dependerá de una gestión integrada del territorio. Esto implica reducir el uso del automóvil particular, ampliar el transporte público limpio, aumentar los espacios verdes y mejorar la planificación de residuos. Sin una política ambiental metropolitana coordinada, advierten, el deterioro de la calidad del aire y el colapso de los sistemas de saneamiento podrían convertirse en una crisis sanitaria y social de grandes dimensiones.







