La gratitud no es solo decir «gracias». Es una práctica diaria que puede cambiar por completo cómo vivís tus experiencias. Cuando entrenás la mente para ver lo bueno, incluso en lo pequeño, todo empieza a sentirse distinto.

No se trata de negar lo difícil, sino de equilibrarlo. Aun en días complicados, siempre hay algo que valorar: una charla, un logro, una comida caliente, un momento de calma.

Una forma simple de practicarla es anotar, cada noche, tres cosas por las que te sentís agradecido. No importa si son mínimas: con el tiempo, tu enfoque se ajusta y aparece más gratitud de forma natural.

También podés expresarla activamente: agradecerle a alguien por un gesto, un recuerdo o una enseñanza fortalece vínculos y genera bienestar tanto en vos como en el otro.

La gratitud no resuelve todo, pero cambia tu manera de ver el mundo. Y muchas veces, eso es justo lo que necesitás para seguir adelante con más liviandad.

SEGUÍ EN LÍNEA