Gracias a su ubicación geográfica estratégica y condiciones ideales, Neuquén acapara la mayor parte de la explotación en Vaca Muerta. Por su parte, Rio Negro intenta generar herramientas para aprovechar sus recursos, pero la brecha natural es un duro condicionante.
El desarrollo de Vaca Muerta ha transformado a Neuquén en el epicentro energético del país, concentrando la mayor parte de las inversiones, producción y regalías. Gracias a su ubicación geográfica estratégica sobre el núcleo más productivo de la formación, la provincia neuquina logra captar la porción más significativa de los beneficios económicos derivados de la explotación de petróleo y gas no convencional.
En contraste, Río Negro, que también forma parte de la cuenca neuquina, recibe apenas el 5% de las regalías generadas por Vaca Muerta. La diferencia no solo se explica por los límites geográficos, sino también por las condiciones técnicas de los reservorios ubicados dentro de su territorio, que resultan menos atractivos para los grandes desarrollos masivos de fractura hidráulica.
Frente a esta realidad, las autoridades rionegrinas buscan alternativas para impulsar el desarrollo energético propio. Proyectos como el impulso al gas natural licuado (GNL), el desarrollo de infraestructura portuaria en el Atlántico y la atracción de inversiones vinculadas a servicios y logística son algunas de las herramientas para intentar capitalizar los recursos disponibles y diversificar la matriz productiva provincial.
Sin embargo, la brecha estructural sigue siendo un condicionante importante. Mientras Neuquén continúa recibiendo ingresos multimillonarios por regalías y se posiciona como uno de los principales motores económicos del país, Río Negro enfrenta el desafío de construir un camino propio en el complejo escenario energético nacional.








