En las zonas rurales del interior del país, el campo atraviesa un momento complejo. Si bien la cosecha de algunos cultivos fue positiva, los productores enfrentan aumentos en los costos, falta de infraestructura y escaso apoyo estatal. Las distancias con los grandes centros urbanos agudizan los problemas estructurales. A pesar de esto, muchas familias rurales siguen apostando a su tierra como medio de vida. La resiliencia del sector contrasta con la falta de políticas sostenidas.
El impacto de la sequía de los últimos años aún deja huellas en muchas provincias. Aunque en algunas regiones las lluvias regresaron, las pérdidas económicas y la merma en la producción siguen pesando. El ganado también sufre las consecuencias: la falta de pasturas y agua adecuada obliga a reducir rodeos. Los pequeños productores son los más afectados, sin acceso al crédito ni asistencia técnica. La recuperación avanza lentamente y de forma desigual.
Los caminos rurales en mal estado dificultan la salida de la producción y el acceso a servicios básicos. La conectividad digital sigue siendo limitada, lo que afecta tanto a la gestión como a la educación rural. En muchos pueblos, las escuelas multigrado y la falta de médicos son parte del paisaje cotidiano. La distancia con las políticas nacionales se hace sentir. El desarrollo rural queda relegado frente a otras prioridades gubernamentales.
La presión impositiva y la incertidumbre económica también golpean al agro. Productores medianos y pequeños denuncian que los márgenes de rentabilidad son cada vez más estrechos. La venta de tierras a grandes grupos inversores genera tensión en las comunidades locales. Muchos jóvenes optan por migrar a las ciudades en busca de oportunidades. El campo se vacía lentamente, perdiendo mano de obra y conocimiento generacional.
Sin embargo, hay experiencias que resisten. Cooperativas, redes de comercio justo y proyectos de agricultura familiar muestran otro camino posible. En algunos lugares, la innovación tecnológica y la organización comunitaria están logrando cambios positivos. El potencial del interior es enorme, pero requiere visión a largo plazo y acompañamiento. El futuro del campo dependerá, en gran parte, de que vuelva a estar en el centro del debate político.







